sábado, 12 de enero de 2008

¿Por qué Pakistán importa?

La religión, que fue el catalizador que impuso el nacimiento de Pakistán, ha generado unas fuerzas extremistas que amenazan con desintegrar el Estado en el momento de máximo valor geoestratégico de este país. "Socio indispensable", según el presidente Bush, en la guerra contra el terrorismo internacional. El llamado país de los puros se ha dotado de armas nucleares, supuestamente para defenderse de su gran vecino politeísta, India, sin querer prestar atención a que el germen destructor de su unidad no procede de fuera, sino de dentro.
Estados Unidos, su principal valedor, tampoco ha percibido que ayudando masivamente al Ejército pakistaní –desde 2001 le ha entregado sin pedirle cuentas 10 mil millones de dólares– alimentaba el resentimiento de la sociedad civil y de una multiplicidad de etnias aplastadas por la represión militar. Para Washington, lo importante era estrechar los vínculos con el régimen de un país fundamental para el diseño de su nueva estrategia democratizadora en Afganistán.
Además, Pakistán también tiene fronteras con el gran rival de EU (China) y con su principal enemigo (Irán). Pakistán fue alumbrado en uno de los episodios más violentos de la historia. La partición de India en dos naciones separadas al independizarse de la Corona Británica en 1947, forzó a 10 millones de personas a trasladarse por motivos religiosos a uno u otro lado de la frontera. El éxodo estuvo acompañado de violentos enfrentamientos comunales, incendios, violaciones y todo tipo de sangrientos incidentes que causaron alrededor de 2 millones de muertos.
Gobernado casi ininterrumpidamente por militares durante sus 60 años de existencia, Pakistán, que ya ha librado tres guerras con India, se ha concentrado en su industria armamentista. Los expertos señalan que posee entre 60 y 115 cabezas nucleares, todas supuestamente estacionadas en la provincia de Punjab, de la que procede el 90% de los oficiales y soldados pakistaníes, lo que tampoco favorece la unidad del país.
Los disturbios en la sureña provincia de Sind, feudo de la familia Bhutto, tras el asesinato de Benazir pusieron de manifiesto las tensiones entre Sind y Punjab. Además, la desaparición de Benazir Bhutto, única líder con carácter nacional, puede fortalecer el nacionalismo sind, lo que provocaría serios problemas dentro de la misma provincia cuyas principales ciudades, incluida Karachi, están pobladas mayoritariamente por la minoría mohayir, musulmanes de origen indio y lengua urdu.
El mayor desafío que enfrenta Pakistán y la comunidad internacional es la creciente alianza entre el extremismo religioso y el nacionalismo pastún, que podría dar origen a una nación: Pastunistán. Esta agruparía a más de 40 millones de pastunes que habitan a ambos lados de la frontera afgano–pakistaní, y que se sienten hostigados por los bombarderos de EU en Afganistán y por los helicópteros artillados en Pakistán.
Según la ONG Internacional Crisis Group, desde que en 2004 el Ejército pakistaní –presionado por EU– multiplicó sus operaciones militares en la zona fronteriza con Afganistán, más de 50 mil pastunes se han visto obligados a abandonar sus hogares para desplazarse a áreas más seguras, sobre todo a las ciudades.
Ese "uso indiscriminado y excesivo de la fuerza enajenó el apoyo de la población local" hacia el Gobierno de Islamabad. El régimen talibán instalado en Kabul en 1996 era fundamentalmente pastún y, tras ser derrocado por EU en 2001, se refugió entre sus "hermanos" de las belicosas tribus pastunes de Pakistán. La talibanización de las zonas tribales se extiende ahora por buena parte de la llamada Provincia Fronteriza del Noroeste (NWFP) y por el norte de Baluchistán, la provincia con más recursos naturales del país –gas, petróleo y minerales–, en la que lucha por su control y por la separación del Gobierno de Islamabad, el Ejército de Liberación de Baluchistán.
Los nacionalistas baluchis también están molestos porque el Ejército realizó en su región en 1998, las pruebas atómicas que demuestran su capacidad nuclear y, sin embargo, tiene todos los silos atómicos en Punjab. "No me cabe la menor duda de que nunca podrán caer en manos de extremistas", declaró el general Pervez Musharraf en 2005 para calmar la inquietud de EU sobre el almacenamiento de estas armas, dado el interés de Al Qaeda por hacerse al menos con una bomba sucia; es decir, un artefacto explosivo con una cantidad mínima de uranio enriquecido.
El temor de EU se fundamenta en que el padre de la bomba atómica pakistaní, el científico Abdul Qadir Jan, condecorado como héroe nacional, no tuvo reparos en facilitar o vender a lo largo de 1980, mientras realizaba sus experimentos, parte de estas y de la tecnología necesaria a Irán, Corea del Norte y Libia.
La asesinada ex primera ministra Benazir Bhutto insistió siempre en que las "fuerzas destructoras" de Pakistán proceden del antiguo régimen de Mohamed Zia ul Haq (1977–1988), cuando EU, empeñado en la guerra fría –la Unión Soviética invadió Afganistán de 1979 a 1989– "apoyó, entrenó y armó" a las guerrillas islámicas que luchaban contra la dominación comunista. Osama Bin Laden cooperó entonces con la delegación en Peshawar (capital de la NWFP) de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense para impulsar la lucha de los muyahidin.
Así, el país que fuera puerta de contención del comunismo infiltrado en Afganistán, se ve hoy convertido en escenario de la lucha contra el radicalismo islámico y en tablero del juego que libran los chiíes de Irán y los suníes de Arabia Saudí. Unos y otros se disputan el dominio que la religión ejerce sobre más de mil millones de musulmanes, de los que 165 millones son pakistaníes. Autor: Georgina Higueras, originalmente publicado por el El País, España.

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