sábado, 29 de diciembre de 2007

INCERTIDUMBRE TRAS EL ASESINATO DE BHUTTO

Pervez Musharraf se considera a sí mismo como el hombre que le dio a Pakistán "la esencia de la democracia". Al autoelogio, pronunciado por el Presidente recientemente al levantar el estado de emergencia que él mismo había impuesto, le añadió: "Más allá de que lo crean o no".
Tras el asesinato de la líder opositora Benazir Bhutto, apenas a dos semanas de la fecha dispuesta para las elecciones parlamentarias del 8 de enero, debe haberse reducido aún más el número de quienes le creen. Tras ocho años del golpe de Estado incruento mediante el que Musharraf tomó el poder al frente de las Fuerzas Armadas, es cada vez mayor la preocupación internacional sobre la potencia nuclear Pakistán, que en lugar de encaminarse hacia una democracia libre se precipita cada vez más velozmente en una crisis sin fin.
Bhutto había gobernado dos veces como primera ministra, sin éxito. En ambas ocasiones fue depuesta antes de culminar su mandato. Los rivales de Bhutto, líder vitalicia del Partido Popular de Pakistán (PPP), fundado por su padre, formulaban contra ella graves acusaciones de corrupción. Aun así era considerada por muchos opositores de Musharraf como una portadora de la esperanza, quien contaba además con la simpatía de Washington.
Independientemente de quién sea responsable del atentado suicida contra la carismática política, la inestable situación en Pakistán empeorará con el atentado, en el que murieron también numerosos seguidores de Bhutto.

A pocas horas del baño de sangre tras finalizar Bhutto una marcha partidaria en Rawalpindi, junto a Islamabad, salieron a la calle multitudes de simpatizantes enardecidos de la líder asesinada. Las manifestaciones, en algunos casos violentas, coreaban consignas cargadas de furia contra Musharraf. El Presidente había impuesto el 3 de noviembre el estado de emergencia en todo el país, entre otras cosas, por el peligro que adjudicaba a la creciente influencia de extremistas musulmanes. Al menos así lo justificó en sus discursos a la nación.
La oposición criticó en cambio –apoyada en esta postura por analistas occidentales– que Musharraf solo utilizó el estado de emergencia para buscar perpetuarse en el poder. De hecho, durante las seis semanas de vigencia del estado de emergencia hizo validar su controvertida postulación reeleccionista ante la corte constitucional, de la que removió previamente, gracias a los poderes de excepción, a los jueces que podrían pronunciarse en su contra.
Para mitigar las críticas en Pakistán y en los países aliados en la lucha antiterrorista aceptó luego, un día antes de jurar nuevamente como presidente, retirarse del cargo de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, a la vez que convocó a elecciones parlamentarias para el 8 de enero. Ya en los días previos al asesinato de Bhutto comenzaron a crecer las dudas sobre la limpieza del proceso electoral. La Comisión Electoral, dominada por simpatizantes de Musharraf, le negó al otro líder opositor, el también ex primer ministro Nawaz Sharif, la posibilidad de presentar su candidatura al frente de la Liga Musulmana Paquistaní–Nawaz (PML–N), por tener antecedentes penales.
Bhutto está muerta. Sharif, quien retornó del exilio poco después de ella, fue vetado como candidato y reaccionó ante el asesinato llamando a un boicot electoral y a una huelga general. Ya no quedan rivales fuertes que pudieran desde la jefatura de gobierno obligar a Musharraf a compartir el poder. Los primeros ministros del partido oficialista PML–Q siempre fueron considerados simples subordinados del Presidente. De todos modos ya no es siquiera seguro que vaya a haber elecciones. Igual de inseguro es el futuro de Pakistán. "Nadie puede prever el desarrollo de la situación", dijo el analista y ex general Talat Masood. Bhutto supo desde poco después de su retorno del exilio, el 18 de octubre pasado, que Pakistán no era un lugar seguro para ella. A pocas horas de su arribo en Karachi, la plaza fuerte de su partido, detonó junto al automóvil de la líder opositora la carga explosiva de un atacante suicida, de modo muy similar al ataque de hoy en Rawalpindi. Bhutto resultó ilesa por milagro, pero 140 de sus seguidores perdieron la vida. En ese momento subrayó que estaba dispuesta a arriesgar su vida para contribuir al retorno de la democracia a Pakistán.
Bhutto había denunciado hace pocos días que elementos dentro del gobierno de Musharraf y de su temible servicio secreto estaban planeando asesinarla. Ayer mismo, en referencia a los múltiples atentados suicidas en Pakistán, subrayó que no sentía temor. "Más allá de sus tácticas represivas seguiremos nuestro camino por la senda de la verdad", dijo en Peshawar. "Solo tememos a Dios". Can Merey, DPA.

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